Completista

Jue 10 agosto 2017

―… además, no sé lo que nos han enviado los Froplinson
―Un calendario de Guillermo el Conquistador ―contesto Janetta―. Con una cita de uno de sus grandes pensamientos cada día del año.
―Imposible ―respondió Egbert―, no tuvo trescientos sesenta y cinco pensamientos en toda su vida; o si los tuvo los guardó para sí. Era un hombre de acción, no de introspección
(Saki: Animales y más que animales).


Libros Guillermo

(Poner voz enfermizo-mental): Tooodooos… los tendré tooodooos… sssííí…



Casi que no lo puedo evitar. En el fondo, tengo que tener algún tipo de TOC o algo por el estilo, porque en ciertas ocasiones, sobre todo en lo que a libros se refiere, tengo que tenerlo todo. Y cuando digo todo, me refiero a TODO.

Así, espoleado por el nacimiento de mi segundo (y ya gamberro, con seis meses) vástago, a quien, como a su hermana, le adjudicamos el nombre de un personaje literario, un día me puse a buscar la colección completa de los libros que la genial Richmal Crompton escribió sobre Guillermo Brown (o, al menos, los que hay traducidos al castellano). Encontré colecciones de segunda mano, carísimas, hasta que di con una página donde se vendía una colección reeditada a un precio no solo fascinante, sino ya completamente irresistible. El resultado, por supuesto, lo tienen en la foto de arriba. He marcado (de forma levísima) los que ya había leído (y anotado en mi lista de Fraseo), y aún así me quedan horas y horas de placer. Oh, sí. OH, SÍ.

Ahora bien, mis paranoias tiene sus límites y mis completismos nunca exceden la frontera de lo irracional (creo). Durante años, y poco a poco (esta vez, no como en el caso de los libros de Guillermo, donde tomé un atajo) me fui haciendo con casi todos los libros de la serie del Mundodisco de Terry Pratchett, en diversos formatos y ediciones. Y son cuarenta y uno.

Tengo cuarenta.

Y Ustedes pensarán que rabio lo indecible por no tener el que me falta (que es el número veintisiete), pero en rigor no es así. El que no tengo se editó en español con el título de «El último héroe», y hasta que no lo saquen en una edición accesible, no pienso hacerme con él, porque pagar más de trescientos apoquinantes por uno de segunda mano… como que no. Es cierto que es una edición ilustrada and all that stuff, pero aun así, me da la impresión de que es un hábil truco de marketing para allanar los bolsillos de un creciente número de fanáticos del tipo de los que se gastan más de la mitad de un salario mínimo interprofesional por tener (por ejemplo) un muñequito que, además, no sacarán nunca de su envoltorio original porque perdería valor. Hasta ahí no. Yo no. O digamos, mejor, que todavía no, que los desórdenes mentales nos acechan a todos a la vuelta de cualquier esquina, y luego uno nunca sabe por dónde va a salir el vapor.

Así que completista, ma non troppo, ¿estamos? Pues eso.

Citas L

Lun 17 julio 2017

¡Qué contraste con el poder absoluto, milagroso, de la lectura! Una vida entera leyendo habría colmado todos mis deseos; lo sabía ya a los siete años. La textura del mundo es dolorosa, inadecuada; no me parece modificable. De verdad, creo que toda una vida leyendo me habría sentado mejor.
No me ha sido concedida una vida semejante.
(Michel Houellebecq, Ampliación del campo de batalla).


Libromar

L ya es talla grande.



Post de citas, que ya iba siendo hora. La número cincuenta, si no me engaño. Esta vez sin tema preferente, las pillo a boleo.

―Afirman que el genio es la capacidad infinita de tomarse molestias ―comentó sonriendo―. Como definición, es realmente mala, pero corresponde bastante bien al trabajo detectivesco (Arthur Conan Doyle: Estudio en escarlata).

Aún tengo en la recamara varios libros con todos los relatos de Doyle sobre Sherlock Holmes. Creo que no seguí con ellos por constatar la mala traducción de la edición que tengo en casa. Pero en fin, ya iré llegando.

―Una civilización funciona a base de palabras, reverencia. La civilización son palabras. Que, en conjunto, no deberían ser demasiado caras. El mundo gira, reverencia, y nosotros tenemos que girar con él ―sonrió―. Hubo un tiempo en que las naciones se peleaban como grandes bestias rugiendo en una ciénaga. Ankh-Morpork dominaba gran parte de aquella ciénaga porque tenía mejores garras que nadie. Pero hoy el oro ha sustituido al acero y, caramba, el dólar de Ankh-Morpork parece ser la moneda preferida. Mañana… tal vez las armas no serán más que palabras. Las palabras más abundantes, las más rápidas o las últimas. Mire por la ventana. Dígame qué ve.
―Niebla ―dijo el sumo sacerdote.
Vetinari suspiró. A veces el clima no tenía ningún sentido de la conveniencia narrativa.
(Terry Pratchett: La verdad).

Qué acertado siempre, Pratchett. Por cierto, he pillado el que hace 40 de los 41 libros del mundodisco… sobre «completismo» ya les pondré un post más adelante, ya.

―Bueno, el zapatero que trabaja deprisa hace más zapatos, sí ―dije―. Eso es bueno para el que se los calza o los vende. Pero no necesariamente para el zapatero. Se trata de decidir qué vale más, el zapatero o el zapato (Lorenzo Silva: La niebla y la doncella).

A ver quién encuentra una mejor definición del capitalismo.

No hay una sola religión en el mundo que tenga otro fundamento que los rumores de oídas (Ambrose Bierce: El diccionario del diablo).

Laralííí… laralááá…

La música de Satie: esa sucesión de pajarillos fúnebres y cubistas con plumas de charol (Felipe Benítez Reyes: El novio del mundo).

Qué de recuerdos.

En algún momento de todos aquellos años de aprendizaje me di cuenta de que el estilo era la madre del cordero. Por el estilo se diferenciaban los buenos poetas de los malos poetas. Los buenos escritores de los escritores del montón (entonces existían buenos escritores y la industria no había potenciado a los escritores del montón). Y hasta los buenos guionistas de los guionistas mediocres (Rafael Marín: Está lleno de estrellas -Memoria de una afición).

De acuerdo con él. Habrá quien diga que el estilo no lo es todo. Pero si no lo es todo, casi.

Y ¿sabe qué me ocurrió con las matemáticas? No pude comprenderlo hasta que llegué allí. Porque están por encima de todo. Las obras de Abel o Kroenecker son tan buenas hoy como hace cuatrocientos años, y siempre lo serán. Es cierto que surgen nuevos caminos, pero los viejos siguen sirviendo. No se cubren de hierbajos. Allí… allí está la eternidad. Sólo las matemáticas no tienen miedo de ella. Allí comprendí lo definitivas que son (Stanisław Lem: Retorno de las estrellas).

Esta, para Ronronia.

Las pompas de jabón no cogen polvo (Carlos Edmundo de Ory: Los aerolitos).

Uno de mis aerolitos favoritos que siempre cito.

Leer es un acto tan decisivo como escribir. Quien escribe no desmonta un mito, ésa es la tarea de los que leemos Si no sabéis leer, siempre estaréis indefensos frente al poder. Quien escribe construye mitos, otros mitos. El tablero de juego de la literatura, el campo de batalla, son las representaciones imaginativas. Esa es la guerra en la que combatimos, la que empezó con los juglares contra los clérigos (Rafael Reig: Señales de humo, manual de literatura para caníbales, I).

Yo me leí el II antes que el I, pero eso en realidad no importa. Para los amantes de la palabra escrita, no hay que perderse estos dos libros.

… Barcelona, ciudad en la que a los arquitectos neogóticos les dio la ventolera de proyectar macabras construcciones que parecen la tarta de cumpleaños del conde Drácula (Felipe Benítez Reyes: El novio del mundo).

Aprendan a hacer descripciones rápidas y con poquitos adjetivos.

A Lisboa fueron a morir, pues Oporto no existe, dos amigos poetas que, agotados de la vida, convinieron en despedirse juntos. Uno defendía, como Gabriel Celaya, que la poesía era como un arma cargada de futuro. El segundo decía que sí, pero que de fogueo (Gabriel Noguera: los fracasos tempranos).

Queremos otra novela del Noguera, pero ya.

Resulta una temeridad considerar como propiedades estables los paraísos infantiles, las ciudades pacíficas y las vidas humanas (Luís García Montero: Mañana no será lo que Dios quiera).

Otro librazo del nueve.

No me cuento entre los malos escritores que dicen que solo escriben para sí mismos. Lo único que los escritores escriben para sí mismos son las listas de la compra, que les ayudan a recordar lo que tienen que comprar y pueden tirar después. Todo el resto, incluidas las listas de la lavandería, son mensajes dirigidos a alguien. No son monólogos, son diálogos (Umberto Eco: Confesiones de un joven novelista).

Ojo al parche.

No son nuevos continentes lo que necesita la Tierra, sino hombres nuevos (Julio Verne: Veinte mil leguas de viaje submarino).

En un corpus literario donde las personalidades de los protagonistas y secundarios son meros vehículos de la historia que se cuenta, creo que el Capitán Nemo es una excepción para Verne. Una curiosa excepción.

El público británico quiere ante todo, por encima de todo y en todo momento, Noticias. Recuerde que los Patriotas llevan la razón y acabarán triunfando. El Beast les apoya absolutamente en todo. Pero deben obtener una rápida victoria. Al público británico no le interesan las guerras que acaban siendo interminables y donde ningún bando parece capaz de decidir el resultado. Unas cuantas victorias aplastantes, algunos actos de valentía y heroísmo por parte de los Patriotas, y una pintoresca y animada entrada en la capital. Esta es la línea editorial del Beast para esta guerra (Evelyn Waugh: Noticia bomba).

Qué clarividente también, Waugh.

Sé que llega un momento en que uno no solo recuerda lo que ha vivido, sino lo que ha soñado, que es peor (Juan José Téllez: Territorio estrecho).

A este caballero siempre hay que leerlo con mucha atención.

Siéntate diez días en la playa y verás cómo nueve te parecen sólo uno (Viaje al Oeste ―las aventuras del Rey Mono―, anónimo).

El budismo y sus cosas.

Al menos ahora sé algo que antes sólo presentía: a todos los editores nos sigue un asesino a sueldo (Roberto Bolaño: Los detectives salvajes).

¿Has escuchado esto, Carmen Moreno? Pero yo no soy, ¿hein? Que yo no cobro por estas cosas, es solo un deporte.

―Tú quieres vivir en el campo sin servir a las pasiones de tus convecinos, sin escuchar siquiera sus chismes… ¡Qué error! (Stendhal: Rojo y Negro).

Me declaro plenamente urbanita. Y acabo con una del Maestro Montalbán, que nunca sobran:

Cuando cumplí cuarenta años me hice un resumen de lo que me esperaba: pagar las deudas y enterrar a los muertos. He pagado esta casa y he enterrado a mis muertos. No puedes imaginarte lo cansado que estoy (Manuel Vázquez Montalbán: Los mares del Sur).

Hale. A veranear. Ustedes, digo.