Variaciones sobre la teoría de las bolitas

Destino, esa máquina que da la impresión de tener un funcionamiento misterioso pero que, en realidad, sigue un programa científico concebido al alimón por unos dioses lunáticos y por unos magos chiflados (Felipe Benítez Reyes: El novio del mundo).


Bolitas caramboleras guiadas por un majara.
Por El Majara por excelencia, más bien.



Aunque suelo parecer un tontorro absoluto, en realidad soy sólo un tontorro relativo. Quiero decir con esto que, aunque no trasluzca demasiado, en el fondo tengo mi propia filosofía, que nunca pierdo del todo de vista.

Este marco de actuación existencial (toma ya) hace que me chupen un pie cosas como el ascenso en la excelencia laboral (mal entendida, basada sobre todo en la estima de los otros o el reconocimiento oficial porque, hacer mi trabajo, lo hago, y a tenor de mi currículum, de momento nada mal), o el acceso a montantes económicos que ni sabría gastarme. Por poner un par de ejemplos.

La base de mi filosofía de fondo consiste, fíjense qué cosa más simple, en describir la vida como un saco de bolitas. Pongamos un caso optimista, y metamos treinta y tantas mil bolitas en ese saco. Son todas bolitas blancas menos una, que vamos a pintar de negro, acordes con la iconografía comúnmente aceptada.

Todos los días, por la mañanita temprano, nos toca sacar una bolita. El día que sacamos la bolita negra nos morimos. Y ya.

Es decir, que con una probabilidad siempre creciente de sacar la bolita negra, uno llega a relativizar en gran medida cosas como el vivir forrado y rodeado de cuadros originales de Miró (que no me gustan, por cierto, yo soy mucho más de Antonio López), o el exigirse a sí mismo una lucha denodada para acceder a la Dirección del centro de trabajo…

Chorradas. Porque uno saca la bolita negra y, por ejemplo, se le viene a uno encima inopinadamente un autobús de dos plantas lleno de turistas lituanos, y ahí se quedan todos los días que ha pasado uno, algunos de ellos malgastados en intentar quedar por encima de otra gente, para nada, qué estupidez de esfuerzo.

Con lo que no contaba yo era con meter la mano en el saco y sacar un día… una bolita dorada.

Y a veces pasa. Con el agravante sorpresivo de no saber uno cuántas bolitas doradas hay en el saco. Ninguna, una, cuatro.

Y ahí la tengo, en la mano. Y dándome cuenta de su peso (que no todo el mundo es consciente de ello, por cierto).

Así que nada. Les deseo a Ustedes que la inevitable (porque créanme: es inevitable) bolita negra esté muy al fondo de sus sacos, y que de vez en cuando la vida les ponga en la mano una esferilla dorada y brillante. Y les deseo además que, cuando les toque una de éstas, se den cuenta. Es una sensación estupenda, oigan.

Besos, abrazos, arrumacos

25 respuestas to “Variaciones sobre la teoría de las bolitas”

  1. laluli Says:

    ¡Qué bonito!

  2. kina Says:

    precioso!
    me ha encantado su filosofia vital… y -con su permiso- la hago mia,
    acabo de crearme mi saco, muchas bolas blancas, la negra que no falte, y algunas doradas (en plural, pa disfrutarlas…)
    gracias por alegrarme el dia!
    (sera que he sacado bola dorada?)

  3. Salamandra Says:

    Pues creo que ese tipo de bola suele salir una o ninguna veces en la vida. Aprovéchala y felicidades.

  4. Microalgo Says:

    En eso ando. Muchas gracias a los tres.

  5. Glomus Says:

    Otra característica positiva de la bola dorada es que refleja más la luz y así los que estamos cerca nos iluminamos y alegramos también. Mucho. A porrillo, vive Dios…

  6. NáN Says:

    moçionáo me has dejao, Alguero (sin acento en la «ó»).

    Y contento y feliz.

  7. carrascus Says:

    A ver, os propongo un juego de bolitas. Un rey ganó en la batalla al rey del país vecino y se propuso ejecutarlo. Quiso parecer magnánimo y le dio una oportunidad de salvarse, para lo cual le dio una bolsa en la que le dijo que había 10 bolitas, nueve de ellas negras, y una blanca. Si sacaba la blanca se salvaría. Sin embargo, como era muy malote y solo quería guardar las apariencias, las 10 bolas que metió eran negras.

    El rey prisionero, sin embargo, fue advertido por un alma caritativa y supo del ardid del rey malote para ejecutarle. Así que pensó cómo podía salvarse…

    Llegado el momento, delante de toda la corte enemiga, metió la mano en la bolsa y sacó una de las 10 bolitas. Y se salvó…

    ¿Cómo lo hizo?

  8. Microalgo Says:

    Supongo que luego sacó otras ocho y dijo que se quedaba con la que estaba en el saco. O bien no la enseñó, y dijo que miraran si las que quedaban eran todas negras.

    O no sé, coño. Dio un golpe de estado aprovechando que sabía que el rey de ese estado era un joputa.

  9. Guiomar Says:

    Pues sí, no la enseñó , metiótela en la boca y tragósela. A ver quién es el guapo que le tosía.

  10. Princesa sin Sapo Says:

    Dan ganas de darte a ti los abrazos, besos y arrumacos…
    (Yo tengo una bolita dorada hace dos años, y cada vez brilla más…y lo mejor es que desde ese entonces las blancas se ven también algo doraditas…)

  11. Luisa M. Says:

    Felicidades, don Micro, por lo de la bolita dorada, disfrute de esos momentos especiales de la vida. Una hermosa metáfora la de este texto.
    Sobre la historia del rey que propone Carrascus, yo creo que el prisionero sacó una y, sin mostrarla al público, pidió que mirasen las que quedaban en el saco y, como eran todas negras,… se salvó.
    Saludos, don Micro, y que la vida le ofrezca algunas más de esas bolitas doradas.

  12. NáN Says:

    Como todo es cosa de percepciones, guardaría la bola en la mano y diría algo así como: «Majestad, no sería digno que yo me condenara o me salvara, estando vos para pronunciar la ley: id sacando vos las bolitas y, si sacarais una negra, vos mismo me salvaríais».

    De percepciones leí esto en un blog y me gustó mucho:

    A un hombre de unos 70 años le está entrevistando un periodista.

    El hombre entrevistado se expresa del siguiente modo:

    Soy hijo de exiliados. Hasta los 27 años y poco antes de la transición no pude volver a España por culpa de Franco.

    A mi padre, pobrecito, no sabíamos ni dónde enterrarlo. Mi madre estuvo muchos años en silla de ruedas.

    Ahora tengo 70 años.

    Hace meses me sacaron el 30 % de un pulmón.

    Mi mujer es inmigrante y tengo tres hijos con ella. De los tres sólo trabaja una, la del medio,… pero no cobra nada.

    Todos, incluidos los nietos, viven de mi asignación. Y yo sobrevivo gracias a las ayudas estatales y algunas donaciones.

    La mayor se acaba de divorciar. Mi yerno se daba a las drogas y al alcohol y la ha dejado con dos niños.

    El pequeño de mis hijos aún no se ha ido de casa y además se ha casado con una divorciada y la ha traído a vivir con nosotros. Esa señora antes trabajaba, tenía muy buen puesto, pero desde que vino a mi casa ya no hace nada. Ahora tienen dos niñas que también viven bajo nuestro techo.

    Y para colmo este año, con lo de la crisis, casi no nos hemos podido ir de vacaciones y si me apuras… ni he podido celebrar que España ha ganado el Mundial.

    El periodista pone los ojos muy redondos y comenta:

    Bueno Majestad, no creo que su situación sea tan mala…

  13. Rímini Says:

    Ha disho usté la-vagelio! Disfrute de su dorada locura mucho tiempo. sabemos que hay mucha gente en este mundo (enfermos, hambrientos, desheredados) para los que sacar una bolita blanca luce como el mejor de los dorados: un día más sobreviviendo.
    Que Harpo le bendiga.

  14. Microalgo Says:

    Muchas gracias a todos. Ojalá les toque a todos una primitiva en solitario(que es ya lo que me falta a mí).

    (Nán: jee, je, je, jeee… últimamente lo veo a Usted al mar de gamberro, aquí y en el Bremen, cosa que me agrada sobremanera).

    ¡Abrazotes a todos! A ver si voy cmabiando ya el post, por cierto.

  15. manolotel Says:

    Pues me encanta la noticia. Será un placer celebrarlo.

    Y, sí, cambie usted el post que se me ha quedado distraidio absorto, enustedmismado, embelesado y suspendido en el éxtasis melifero de la bola dorada :-)

    Un abrazo gordo y felicidades por eso y por lo otro.

  16. Portorosa Says:

    Me ha gustado muchísimo.
    ¿Qué es para usted una bolita dorada? No es necesario que me cuente en qué consiste la suya, claro; le pido que me ponga ejemplos, porque no sé si he entendido bien.

    Un abrazo.

  17. JL Ambrosio Says:

    Qué bonito, hoy toca teoría de la probabilidad. Lo de la bola dorada lo veo un poco como suceso imposible. Lo de la bola negra…mmm…suceso seguro, lo que pasa es que algunos jugamos con repetición. Hay quien la saca a diario…

  18. Princesa sin sapor Says:

    ¡Ay, Portorosa! No puedo creer que pidas una aclaración semejante…

  19. Nubes Says:

    Lle va usted algún tiempo alegrándome las semanas, y me pareció esta una ocasión perfecta para hacérselo saber: ENHORABUENA!

  20. Ronronia Says:

    Yo voy viendo que cuantas más bolitas sacas, más van ganando en matices. A veces la bolita dorada que sacas brilla tanto que parece contagiar a todas las siguientes, y cuando las miras les ves un reflejo que te hace dudar de qué color son las que sacas después. Y luego te vas haciendo mayor y un buen día te sale una bola marrón que a esa canalla ya no se la puede llamar bolita, tío, esa es una pedazo de bola marrón que no se la salta el Bubka. Y con el tiempo vuelven a salirte blancas y cuando te cansas de verlas todas tan iguales empurpurinas una de vez en cuando, no va a ser todo quedarse esperando de brazos cruzados a que a la dorada le de por llegar. Pero a veces llega sola, sin necesidad ni de hacer trampas, y entonces es un milagro en el que hay que sumergirse y aprovecharlo y aprender de él que la vida hay que comérsela con la cuchara grande, por lo que pueda venir y por lo que vendrá seguro.

  21. Microalgo Says:

    Pues gracias por los comentarios, Nubes y Ronronia. Me sonrojo bajo mi epidermis facial.

    Curioso, su blog, Ronronia…

  22. Nomeolvides Says:

    Pelín tarde, pero no puedo pasar sin decirle, don Micro, que hay días que la bolita dorada es usted.
    Enhorabuena por su bolita.
    Y gracias por ser bolita.

  23. Microalgo Says:

    Pues sí, últimamente estoy muy regordete…

    (Bromas aparte: gracias, Dama Nomeolvides).

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