Triste es el hombre
que sólo ama las cosas
cuando se alejan.
(Stefano Benni: Baol).
Anda que no.
Mi amiga Maremoto vive en Edimburgo. Nació en Madrid, pero es una de tantos investigadores que se fueron, investigaron, hicieron un currículum brillante… y no consiguieron volver. España es una malamadre con sus hijos científicos, y yo soy un afortunado que se puede dar con un canto en los dientes por haber podido regresar. Lo tenía más fácil fuera, es sólo que aposté y esta vez, sin que sirva de precedente, gané.
Maremoto se casó con un escocés, tiene dos niños a los que les encanta España, y ya ha hecho su vida allí. Que no es moco de pavo, por otra parte: Edimburgo es una de las ciudades más hermosas que conozco.
Su hija pequeña (siete años) se llama Lara, como la nuestra. Y como la nuestra, parece que tiene las ideas muy claras.
Su profesora (que ya le vale, también), le pidió a los alumnos que definieran qué era para ellos la felicidad.
Y Lara, sin cortarse un pelo, escribió:
“La felicidad es una ración de calamares a la romana”.
Me gustaría saber quién de Ustedes osa contradecir a la pequeña Lara, sobre todo llegando las dos de la tarde.
A ver.
Dom 25 enero 2009 a las 1:36 am |
No seré yo quien contradiga a Lara, aunque cambiaría los calamares por cuarto de adobo. Pero la cuestión podría ser, por sembrar un poco de caos, si la felicidad ES saber que ya vienen los calamares, verlos llegar, el momento previo al mordisco, el instante de saborearlos o el recuerdo de lo ricos que estaban…
O todo junto, como me pasa recientemente con otros motivos…
Dom 25 enero 2009 a las 12:24 pm |
Ah, querido Glomus. La astuta Lara ha obviado todo eso, probablemente de manera deliberada.
A ver si lo pillo yo a Usted por banda, por otro lado.
¿Y un «tó mezclao» de calamares, adobo, puntillitas y gambas fritas?
Al carajo el Nirvana, oiga.
Dom 25 enero 2009 a las 12:56 pm |
¿y buen plato de papas con huevos? de esas que se quedan crujientes, con el aceite de oliva nuevo… ummm
Dom 25 enero 2009 a las 2:02 pm |
He revuelto los armarios hasta encontrar un sombrero. Me lo he puesto. He vuelto a leer el post y me he quitado el sombrero.
Dom 25 enero 2009 a las 5:12 pm |
Jopé. Gracias, Nán.
Obrigado, como dicen los portugueses. Obligado.
Anoréxica la veo, por otro lado, Dama Luli.
Dom 25 enero 2009 a las 9:01 pm |
Diga que si. Me han entrado ganas de que sea la una de la tarde, estar de aperitivo en una tasquita con una cervecita fría y escuchar al camarero gritar: Uuuuna de calamares!!!!!!!!!!!
Dom 25 enero 2009 a las 9:11 pm |
Poooor favooooor, que una está a plan, intentando quitarse unos kilitos de los excesos de las navidades y nada más que hablan de comida, por aquí.
Ah, no, que la cosa iba de la felicidad que, al final, está en las cosas más simples. Aunque como apunta Glomus y usted mismo en la cita que encabeza el post, a veces uno no la reconoce o la disfruta CUANDO DEBE. He ahí el quid de la cuestión.
Así que lo mejor es liarse la manta a la cabeza (o hacer una maleta de fin de semana, pongamos) y disfrutar del momento.
Por cierto, la definición de los calamares de Larita me recuerda a algo que escribió Susana (¿se acuerda ustéd, la conoció cuando estuvo acá) hace poco en su blog :
«La felicidad es compartir un plato de macarrones con tres compañeros del colegio en casa de la abuela»
(el enlace: http://siyoacabodellegar.blogspot.com/2008/12/los-macarrones.html)
besote
pd.- prometo saltarme el régimen lo más que pueda durante el próximo fin de semana
Dom 25 enero 2009 a las 10:30 pm |
La definición es más que correcta, igual que el post, aunque todo es mejorable. Por ejemplo, si le añadiesen «y que la pague otro», mejoraría lo inmejorable.
Lo que me deja desconcertado es eso de los calamares a la romana en Edimburgo. No recuerdo haber visto nada de eso en las novelas del Inspector Rebus, habrá que releerselas por si acaso. Lo cual iba a hacer de todas formas, claro.
Lun 26 enero 2009 a las 12:06 am |
Aquellos bocadillos de calamares a la romana que me comia yo en Madrid hae mas de treinta años. Con el paso del tiempo me pongo a pensar ¿Bocadillo de calamares a la romana?. Increible el invento.
Salud y suerte.
Lun 26 enero 2009 a las 12:51 am |
¡Qué graciosa y qué sincera la niña con su definición!
Claro que allí (en Escocia) lo mismo ni saben lo que es eso.
Comparto la opinión de ETDN, la felicidad está en las cosas sencillas.
Yo tenía una amiga en mi época de estudiante que siempre pedía el bocadillo de calamares a la romana, le encantaba. Leyendo el texto me acordé de ella.
Tu amiga y su familia echarán de menos muchas cosas de España, creo que extrañamos las comidas, los lugares,… sobre todo cuando estamos lejos.
Es una verdadera lástima que no se cuide más a los investigadores y científicos en nuestro país. Luego nos quejamos que tengan que irse fuera… Me alegro que no sea tu caso.
Saludos.
Lun 26 enero 2009 a las 11:40 am |
Pues los calamares a mí no me emocionan en absoluto, pero sustituyéndolos por otras delicias, comparto que son esas pequeñas cosas las que nos hacen felices, las que anticipamos con mayor fruición y las que recordamos después con más cariño.
Y sí, cómo se extrañana los manjares de nuestra tierra cuando se está lejos… pero en cada sitio hay una delicia que degustar, una felicidad por descubrir…
Lun 26 enero 2009 a las 1:27 pm |
Totalmente de acuerdo.
Me imagino que para la niña en cuestión los calamares también implican estar en España, vacaciones etc.
Pero para mi uno de los avatares de la felicidad es ese.
Lun 26 enero 2009 a las 2:39 pm |
A la felicidad por el estómago… si es que ya está tó escrito…
Lun 26 enero 2009 a las 2:51 pm |
Es curioso, pero a mí, aún hoy, si me hicieran la misma pregunta también evocaría sabores, olores, e incluso días de la semana a determinadas horas en determinadas épocas del año. ¿Recuerda usted el sabor de las patatas al ajilo «franjosé» acompañadas de cerveza skol de litro (los auténticos butanos), sentados en las «olitas» del antiguo paseo marítimo de Cádiz, los últimos días de verano? ¿O el olor a dama de noche? ¿O el sabor de los bocadillos de tortilla francesa en la playa?
Lun 26 enero 2009 a las 8:19 pm |
Ofj.
Desde luego, Carrascus. Anda que no.
No remueva Usted los posos más turbios de mi alma, ande, Stockton.
Recuerdo que las patatas «Franjosé» antes eran las «Antofrán». El socio de más edad debió cascarla. Con el colesterol por las nubes, supongo, porque esas patatas son un vicio inapelable… ¿Recuerda Usted las Patatibiris, en cuyo paquete aparecía una cigüeña cayendo en picado sobre un canasto del que huían conejitos? No sé qué onirismo freudiano inspiró al diseñador, pero a mí me caló hondo.
Un abrazo.
Mié 28 enero 2009 a las 10:17 am |
Hace unas semanas descubrí que tolero la cerveza Jeinequen… y me se han antojado unos calamares con selvesita flesquita…
Eh…
Hola…
…
…
…
Cuando crees que me ves cruso el internés, hago chás y apalesco a tu lado…
Mié 28 enero 2009 a las 10:20 am |
Hola, Zen Tao!!!
Qué de tiempo!!
Me alegro de verlo por acá. Si no tiene planes para el sábado noche, pásese por el Pay Pay, que cantan dos amigos sinvergüenzas. Y nos tomamos una.
Mié 28 enero 2009 a las 9:13 pm |
…se me antoja eso.
Jue 29 enero 2009 a las 9:50 am |
Curioso su blog, Dama Lluvia.
Bienvenida.