Miscelánea musical

Cuando él sugirió que ella, en realidad, no «conectaba» con el rock and roll y que no había motivo para que siguiera intentándolo, ella admitió que lo que no aguantaba era la percusión. Cuando las canciones eran tan elementales, casi todas un simple cuatro por cuatro, ¿por qué aquel incesante golpeteo, estrépito y repiqueteo para llevar el compás? ¿A qué venía, cuando ya había una guitarra rítmica y a menudo un piano? Si los músicos necesitaban oír los compases ¿por qué no utilizaban un metrónomo? ¿Y si el cuarteto Ennismore añadía una batería? Él la besó y le dijo que era la persona más cuadrada de toda la civilización occidental (Ian McEwan: Chesil Beach).

A parches.

La Dama de los Lunares me ha regalado un cacharrito (palabra de designación general ahí plantada por no escribir gadget) que se enchufa en el mechero del coche y que se sintoniza con la radio, de modo que puede uno reproducir en plan inalámbrico toda la música que uno guarde ahí.

Anoche guardé la música que, a bote pronto, pensé que podía apetecerme escuchar hoy.

El Mesías de Haendel, mucho Silvio Rodríguez y los Mojinos Escocíos.

Anda que ya me vale.

Y bueno. Si meto un poco de flamenco y música tradicional china, los coros del Ejército Ruso, unos blues de Albert Collins y a Pablo Abraira, no habrá quien me acuse de no ser musicalmente ecléctico…

Pero no teman. A pesar de la aparente amalgama de la primera lista, uno tiene sus gustos musicales (y del segundo, la mayor parte es broma pero, a Collins, ni tocármelo, ¿hein?) (de aquí nadie se va sin cantar un blues).

Felices vacaciones para quien las tenga. Y besotes para los que sí y los que no. Indiscriminadamente.